Hemos llegado al siglo XXI con grandes desequilibrios que contradicen los enunciados de las aspiraciones de igualdad de derechos humanos. Hoy se conoce que la desigualdad entre géneros es una de las mayores que existen. Las condiciones de pobreza, insalubridad, violencia, desinformación con que la mujer se inserta en el desarrollo es un azote a su calidad de vida junto a su familia.

La aparición de la mujer como sujeto social, ha favorecido la producción de conocimientos desde el punto de vista feminista y también ha presionado para que se tome en cuenta la condición de género en el diseño, planificación y aplicación del desarrollo.

El tema de la mujer y el desarrollo surge en las últimas cinco décadas, en medio de un siglo de transición de un estadio a otro de la cultura, donde se han experimentado cambios vertiginosos en los paradigmas heredados.

El concepto de desarrollo social ha sido objeto de análisis que ha motivado su reconceptualización. Hoy conocemos que la implantación de modelos de desarrollo social considerados de éxito, han dejado sin resolver problemas como el de la subsistencia y afirmación de la dignidad humana en grandes segmentos de población e incluso han contribuido a profundizar distancias económicas y sociales. También han ocasionado daños ecológicos irreversibles.

La afirmación hecha por un número cada vez mayor de estudiosos del tema, respecto a que el desarrollo no es sustentable sin incluir y valorar el aporte y la visión de las mujeres, es un nuevo punto de vista frente a los paradigmas que aún se  imponen.

El aporte de la mujer al desarrollo ha sido ignorado. Fundamental, pero no reconocido, imprescindible, pero no valorado. Quienes han analizado esta situación concluyen que este hecho representa un obstáculo al desarrollo.

Llegamos al siglo XXI sin que ningún país trate a sus mujeres igual que a sus hombres.

Los esfuerzos por lograr mayores niveles de desarrollo social para las mujeres hechos principalmente a partir de 1.975, no han sido suficientes para lograr una reducción en la brecha de la desigualdad social entre los sexos. La mujer sigue con grandes desventajas, muy especialmente en las esferas del poder, así como de acceso a las oportunidades que proporciona.

Los movimientos de mujeres, llevan largo tiempo expresando su desacuerdo con los estereotipos que consideran a la mujer como diferente del hombre. Pero ha sido en estos últimos 30 años cuando se ha demostrado estadísticamente su gran aporte al desarrollo desde los ámbitos de la familia, la salud, la economía, la educación, de la comunidad en sentido amplio.

Hoy día conocemos que las mujeres trabajan más que los hombres en el mundo, que de la carga total del trabajo, las mujeres realizan en promedio un 53% en los países en desarrollo y un 51% en los industrializados. Aunque las mujeres hacen este aporte, su participación en el ingreso proveniente del trabajo es considerablemente menor.

Los problemas, cuando surgen en una comunidad, son sufridos por las mujeres en mayor medida. Las crisis económicas generalizadas, aumentan el esfuerzo que tienen que hacer en su contribución, deberán dedicarse más a actividades de generación de ingresos como medio de subsistencia; asumir el cuidado de los enfermos, acarrear agua, porque escasean los hospitales y las infraestructuras.

A ello se suman las agravantes de ser víctimas de violencia física y psicológica, debido a patrones socioculturales que la desvalorizan como ser humano, pese a ser utilizadas en procesos electorales para aprovechar su voto, a la vez que enfrenta serios obstáculos para acceder a puestos de decisiones públicas.

Hay que destacar que sobre la mujer pesa la responsabilidad no sólo de la reproducción biológica, sino también del cuidado de los hijos. Cada vez más hogares en el mundo están siendo sostenidos por mujeres sin la participación de sus cónyuges ni del Estado. Esto contribuye a que las mujeres sean más pobres que los hombres de su mismo sector social. En el informe de Desarrollo Humano se comenta que la pobreza tiene rostro de mujer, dado que de los 1.300 millones de pobres en el mundo, alrededor del 70% son mujeres.

En la conferencia de Beijing, en 1.995, se establecieron las prioridades sobre las cuales actuar.

POBREZA. Lo que usualmente se encuentra en todos los lugares y culturas es un menor acceso de la mujer a recursos productivos tales como la tierra, el crédito, las divisas y el capital financiero. Con frecuencia, la mujer tiene que trabajar mayor numero de horas, tiene menos oportunidades, gana menos salario y mayores limitaciones de tiempo.

El desarrollo sostenible y el crecimiento económico sólo pueden alcanzarse mejorando la condición económica,  social, política, jurídica y cultural de la mujer.

EDUCACIÓN. Junto con el tema de la pobreza, la educación debe constituirse en una prioridad para el impulso del adelanto de la mujer. Debe trascender el marco común de educación básica y ampliarse con formación profesional, lo que tiende a repercutir en el mejoramiento de sus condiciones de vida.

SALUD. La emancipación de la mujer depende de una salud satisfactoria.

La falta de alimento para las niñas y mujeres y la distribución desigual de los alimentos en el hogar, el acceso insuficiente al agua potable, al saneamiento y al combustible, las condiciones de vivienda deficientes pesan sobre la mujer y su familia y repercuten negativamente en su salud.

Constituye un factor importante para la salud de las mujeres, el acceder a la capacidad de ejercer plenamente el derecho al control de su sexualidad. Las mujeres son vulnerables en su condición de género al contagio de enfermedades de transmisión sexual por sus propios cónyuges. El contagio del VIH, SIDA por su propia pareja, se constituye en una amenaza de muerte cada vez en mayor número de mujeres.

Sin el mejoramiento de la salud de la mujer será imposible equiparar su índice de desarrollo humano con el hombre.

LA VIOLENCIA. La violencia dentro de la familia es la más cotidiana y sistemática. Ella empeora la calidad de vida de las mujeres pobres y deteriora la de todas las mujeres. La feministas llaman la atención sobre el daño que se ejerce contra la mujer por los medios de comunicación, en los cuales se transmiten conceptos e imágenes que refuerzan actitudes y prácticas de violencia. También de la trata de mujeres para el comercio sexual, es un grave hecho de violencia en el cual, con frecuencia, se ve envuelta.

El movimiento de mujeres y las instituciones hacen constar que es necesario que las instituciones públicas y privadas luchen por conseguir una cultura sin violencia contra la mujer.

Esta síntesis la realiza Loly Trenado Molina.